Debido a su gran capacidad de adsorción, son capaces de inmovilizar simultáneamente los contaminantes inorgánicos y orgánicos del suelo, metales pesados y residuos de fungicidas, insecticidas y nematicidas, eliminándolos del suelo y del ciclo de nutrición de las plantas. Tienen la capacidad de “administrar” las propiedades (mejoras y tráfico de microelementos y nutrientes) en el suelo. Forman complejos y aumentan la eficacia de los nutrientes como el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio, también los microelementos tales como el hierro, zinc, cobre y manganeso, que de otra forma no se pueden absorber por los cultivos, sobre todo cuando se tienen suelos pobres en humus y secos. Aumentan considerablemente la capacidad de intercambio catiónico (CIC).